Vuelta a la rutina

Ser prudente y pensar las cosas antes de hacerlas es bueno. Pero pensar demasiado impidiéndote pasar a la acción o desviándote de las cuestiones realmente importantes ya no lo es tanto, pudiendo convertirse en un lastre para ti y tu bienestar. Tu cerebro todavía está adaptándose a la vuelta a la rutina en la nueva normalidad, por ello te damos estos consejos.

Aprender a decidir

Sobreanalizar cualquier tema puede convertirse en una forma de autosabotaje que te impida tomar decisiones, pasar a la acción y seguir avanzando. Obviamente hay decisiones que por su transcendencia implican tomarse un tiempo para valorar los pros y los contras (cambio de residencia, cambio de trabajo…) pero hay otras menores que no deberían llevarnos tanto tiempo.

¿Cómo distinguirlas? Pregúntate si te importará eso en 4 meses o incluso en 4 semanas. Ampliar la perspectiva puede ayudarte a salir de ese círculo vicioso y concentrar tu energía en algo realmente importante.

En ocasiones darle demasiadas vueltas a algo funciona como una trampa de nuestra mente para ir posponiendo una decisión. Si no tienes un límite de tiempo ella entiende que puede seguir dando vueltas y vueltas a sus pensamientos sin ningún fruto.

Por ejemplo, para resolver esas cuestiones pequeñas tales como contestar el correo o hacer una llamada, ponte un límite que no supere el minuto. Para las decisiones más importantes puedes incrementarlo según creas conveniente pero ponte un plazo.

Ahora sólo te queda hacer de esto un hábito y verás cómo procrastinarás menos pensando demasiado.

 

Actúa

Una vez has aprendido a decidir llega el momento de pasar a la acción. Concéntrate en un objetivo sólo. Querer abarcar demasiado puede abrumarte o agotarte antes de empezar. Además, muchas de nuestras acciones vienen condicionadas por el miedo. Miedo al fracaso, miedo a los cambios, miedo a la incertidumbre… Abordar las metas de una en una y en pequeños pasos te ayuda a gestionar ese miedo y perderle el respeto.

El miedo se aprovecha de nuestra mente animándola a crear escenarios imaginarios, muchas veces exagerados. Sé sincero contigo mismo y pregúntate qué es lo peor que podría pasar. A continuación piensa en las posibles soluciones para ese hipotético escenario.

Consigue tranquilizar a tu mente y podrás frenar esos pensamientos. Merece la pena probarlo, sólo te llevará unos minutos y puede ahorrarte tiempo y muchos quebraderos de cabeza, a la par que una gran satisfacción por haber sorteado ese pequeño escollo.

 

Busca una solución

Si los pensamientos están relacionados con un problema en concreto intenta solucionarlo. Si no sabes cómo pueden servirte algunas de estas recomendaciones:

  • Busca alternativas para sortear el problema. Saber que estás actuando para resolverlo te ayudará a sentirte mejor.
  • Pon tus preocupaciones por escrito. Te facilitará la organización de ideas encontrándole sentido a tus pensamientos.
  • Habla con un familiar o amigo. Otro punto de vista siempre es bienvenido.
  • Piensa en cómo actuaría otra persona con buen criterio.

 

Vive el presente

Recuerda el pasado y prepara el futuro pero es importante que reconectes con el presente. En ocasiones nos escudamos en el pasado para justificar nuestra falta de decisión en el momento actual. De igual manera, pensar demasiado en el futuro te obliga a tener la mente siempre alerta sin disfrutar del ahora.

Bajar el ritmo te ayudará a centrarte y el mindfulness es una buena manera de hacerlo. Consiste en ser plenamente consciente de dónde estás y de lo que estás haciendo, evitando preocupaciones que puedan poner en marcha el bucle de pensamientos y reaccionar en exceso a las cosas que pasan a tu alrededor. Esta buena práctica no es solo beneficiosa a nivel personal sino también en el entorno laboral.

 

Un estilo de vida ordenado

Sí, suena a cliché pero es la realidad. Si empiezas el día sin haber dormido, con trabajo atrasado, agobiado, enfadado, desayunando mal y cansado ¿cómo crees que lo vas a acabar?

Tener la mente fresca y despejada facilita el autocontrol y la gestión de las emociones. Hacer una pausa durante el trabajo te permite mantener un enfoque nítido durante el día, a la vez que te ayuda a recargar energías para que no empieces a agotarte.

Por otra parte, hacer ejercicio realmente puede ayudar a dejar de lado las tensiones y preocupaciones internas y terminar convirtiéndose en un método de referencia para crear pensamientos constructivos.

Cuando no has dormido lo suficiente, te vuelves más vulnerable. Vulnerable a la preocupación y el pesimismo, a no pensar con tanta claridad como lo haces habitualmente. Ese es el caldo de cultivo perfecto para perderse en pensamientos que dan vueltas y vueltas en tu mente sin llegar a ningún puerto.

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